Como vimos, la puesta en marcha de una cultura emprendedora dentro de la empresa, tiene que estar liderada directamente por el máximo órgano de gobierno. Éste proyecto de gestión del cambio lo tiene que liderar Dirección.
Antes de iniciar cualquier acción es conveniente hacer un autoanálisis y ver cómo está la organización. Utilizar alguna herramienta de 180º y conocer la opinión directamente de los trabajadores, ayuda a detectar puntos fuertes y débiles para enfocar así las acciones desde el principio.
Lo primero es que toda la organización perciba que la apuesta por el emprendimiento interno no es una moda, sino que será un pilar para la consecución de la estrategia y objetivos de la empresa. El proceso de implantación no tiene que ser casual ni espontáneo, sino buscado y prolongado. En esta fase cuantos más esfuerzos se destinen mejor, y preferible si vienen de recursos 100% dedicados.
En segundo lugar hay que generar confianza, tanto en la organización en sí como en todos sus miembros. Hay que premiar la iniciativa y no castigar el error. Tiene que ser un mensaje que se propague en cascada desde arriba hacia abajo por toda la empresa. En esta fase los mandos intermedios y jefes de departamento juegan un papel muy importante ya que actuarán de catalizadores: sobretodo hay que evitar que frenen el proceso, por temor a que se pueda poner en duda su trabajo o porque directamente no crean en el resultado.
Finalmente hay que dejar hacer, hay que acercar al máximo la dirección y la toma de decisiones al trabajador, que note que su opinión es tenida en cuenta y que con su iniciativa está contribuyendo a los resultados de la empresa. Se generará entonces esa confianza necesaria a todos los niveles para seguir alimentando el proceso.